domingo, 20 de octubre de 2013

Secuestrado en el espacio

Al principio empiezo a ver borroso. Poco a poco la vista me hace un efecto raro, como si una persiana con luces intermitentes fuera bajando muy despacio. En cuestión de minutos empiezo a ver con claridad, contemplando el espacio profundo oscuro y estrellado ante mi. Horrorizado, al girar mi cabeza lo poco que me permitían las cintas que me sujetaban, puedo observar unos paneles laterales de un diseño extraño. ¿Cómo diablos había llegado hasta allí? Yo nunca había viajado lejos, ni tan siquiera fuera de mi país.

Yo soy un oficinista portugués. Tengo una familia estupenda: mujer, dos hijos y dos perros. Vivo en un apartamento en el centro de Lisboa, y soy relativamente feliz con mi vida. Estoy en el año 2010....

No entiendo nada, en estos momentos puedo ver planetas mientras la nave en la que me encuentro viaja a una velocidad vertiginosa, aunque yo apenas noto vibración alguna. A ambos lados de la nave hay dos consolas en las que se escuchan voces extrañas, en un idioma desconocido. Es curioso, parece como si la voz que sale de una hablara con la del otro lado. No son voces humanas, aunque son claras y de un timbre agudo.

Siento un hambre feroz, debo de estar sin comer desde hace mucho tiempo. Al poder agachar la cabeza observo que estoy vestido con algo similar a una toga romana. Estoy sin calzado. Intento gritar para ver si alguien me responde y me da alguna explicación, pero ante mi sorpresa me doy cuenta de que mis quejidos no se pueden escuchar; ni siquiera yo puedo oír mi voz...

Pasan las horas y no hay variación alguna. Las voces han dejado de oírse y el espacio profundo ha cambiado por un color rojizo y una serie de siluetas oscuras moviéndose como almas en pena por el mismo. Puedo observar asimismo como fogonazos surgiendo por doquier, aunque todo ello sucede en un completo silencio. De repente las voces vuelven a oírse y comienza otra conversación entre ellas, esta vez en un tono como más enérgico, algo así como una fuerte discusión...

En un breve instante la nave para en seco. Bajo mis pies se abre una especie de escotilla desde la que se puede ver el espacio exterior. El artilugio al que me encuentro atado con las cintas desciende suavemente por dicha escotilla y me deposita en una zona acristalada inferior. En un momento dado puedo observar como un lateral se abre y la sala entra en descompresión. Siento que apenas puedo respirar...

Sólo he necesitado unos segundos para darme cuenta de que es mi fin. Por lo que sea, yo no les había servido para el experimento que intentaban hacer conmigo, o, a lo mejor, lo habían realizado y me desechaban. En cualquier caso yo nunca lo sabré...

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